jueves, junio 30, 2005

Capítulo XLIV

El ventero es molido a palos por dos huéspedes que pretendían irse sin pagar. Piden ayuda a don Quijote, pero este responderá que desfacer este entuerto no es de su competencia:

«... luego, embrazando su adarga y poniendo mano a su espada, acudió a la puerta de la venta, adonde aún todavía traían los dos huéspedes a mal traer al ventero; pero así como llegó, embazó y se estuvo quedo, aunque Maritornes y la ventera le decían que en qué se detenía; que socorriese a su señor y marido.
—Deténgome —dijo don Quijote—, porque no me es lícito poner mano a la espada contra gente escuderil; pero llamadme aquí a mi escudero Sancho; que a él toca y atañe esta defensa y venganza.
Esto pasaba en la puerta de la venta, y en ella andaban las puñadas y mojicones muy en su punto, todo en daño del ventero y en rabia de Maritornes, la ventera y su hija, que se desesperaban de ver la cobardía de don Quijote, y de lo mal que lo pasaba su marido, señor y padre».

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