jueves, julio 21, 2005

Capítulo LII

«Mirole el cabrero, y como vio a don Quijote de tan mal pelaje y catadura, admirose y preguntó al barbero, que cerca de sí tenía:
—Señor, ¿quién es este hombre que tal talle tiene y de tal manera habla?
—¿Quién ha de ser —respondió el barbero—, sino el famoso don Quijote de la Mancha, desfacedor de agravios, enderezador de tuertos, el amparo de las doncellas, el asombro de los gigantes y el vencedor de las batallas?
—Eso me semeja —respondió el cabrero—, a lo que se lee en los libros de caballeros andantes, que hacían todo eso que de este hombre vuestra merced dice; puesto que para mí tengo, o que vuestra merced se burla, o que este gentil hombre debe de tener vacíos los aposentos de la cabeza.
—Sois un grandísimo bellaco —dijo a esta sazón don Quijote—, y vos sois el vacío y el menguado; que yo estoy más lleno que jamás lo estuvo la muy hideputa puta que os parió».

Don Quijote no olvida su carácter ni en el último capítulo.

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