jueves, enero 05, 2006

Segunda parte. Capítulo XXXVII

Sancho aprovecha cualquier ocasión para opinar, en este caso sobre las dueñas:

«No querría yo que esta señora dueña pusiese algún tropiezo a la promesa de mi gobierno, porque yo he oído decir a un boticario toledano, que hablaba como un silguero, que donde interviniesen dueñas no podía suceder cosa buena. ¡Válame Dios y qué mal estaba con ellas el tal boticario!; de lo que yo saco que, pues todas las dueñas son enfadosas e impertinentes, de cualquiera calidad y condición que sean, ¿qué serán las que son doloridas, como han dicho que es esta condesa Tres Faldas o Tres Colas?; que en mi tierra faldas y colas, colas y faldas, todo es uno».

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