Don Quijote consigue el yelmo de Mambrino, que desde entonces coronará su cabeza. Poco importa que se trate de la bacía de un barbero.
«Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándola en las manos, dijo:
—¡Por Dios que la bacía es buena, y que vale un real de a ocho como un maravedí!
Y dándosela a su amo, se la puso luego en la cabeza, rodeándola a una parte y a otra, buscándole el encaje, y como no se le hallaba, dijo:
—Sin duda que el pagano a cuya medida se forjó primero esta famosa celada, debía de tener grandísima cabeza, y lo peor dello es que le falta la mitad.
Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo y calló en la mitad della.
—¿De qué te ríes, Sancho? —dijo don Quijote.
—Ríome —respondió él— de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete, que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada».
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