Del amor de Dorotea a don Fernando, que se refleja en estas palabras de ella, y de la virtud frente a la nobleza de sangre.
«Y si no me quieres por la que soy, que soy tu verdadera y legítima esposa, quiéreme, a lo menos y admíteme por tu esclava; que como yo esté en tu poder, me tendré por dichosa y bien afortunada. No permitas, con dejarme y desampararme, que se hagan y junten corrillos en mi deshonra. No des tan mala vejez a mis padres, pues no lo merecen los leales servicios que, como buenos vasallos, a los tuyos siempre han hecho. Y si te parece que has de aniquilar tu sangre por mezclarla con la mía, considera que pocas o ninguna nobleza hay en el mundo que no haya corrido por este camino, y que la que se toma de las mujeres no es la que hace al caso en las ilustres decendencias. Cuanto más que la verdadera nobleza consiste en la virtud, y si esta a ti te falta, negándome lo que tan justamente me debes, yo quedaré con más ventajas de noble que las que tú tienes».
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