martes, septiembre 13, 2005

Segunda parte. Capítulo XI

Se encuentran por el camino con una carreta de representantes (actores) que marchan hacia un pueblo cercano. El trato con estos hombres que van caracterizados de demonios, emperadores y ángeles termina mal, pues uno de ellos intenta irse con el jumento (asno) de Sancho. Finalmente, recuperan el animal y Sancho desecha la idea de castigar por la fechoría a esta gente de la farándula, presuntos privilegiados de la justicia.

«Y así era la verdad, porque habiendo caído el Diablo con el rucio, por imitar a don Quijote y a Rocinante, el Diablo se fue a pie al pueblo, y el jumento se volvió a su amo.
—Con todo eso —dijo don Quijote—, será bien castigar el descomedimiento de aquel demonio en alguno de los de la carreta, aunque sea el mesmo Emperador.
—Quítesele a vuestra merced eso de la imaginación —replicó Sancho—, y tome mi consejo, que es que nunca se tome con farsantes, que es gente favorecida. Recitante he visto yo estar preso por dos muertes y salir libre y sin costas. Sepa vuesa merced que, como son gentes alegres y de placer, todos los favorecen, todos los amparan, ayudan y estiman, y más siendo de aquellos de las compañías reales y de título, que todos, o los más, en sus trajes y compostura parecen unos príncipes».

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