viernes, septiembre 09, 2005

Segunda parte. Capítulo X

«Ya en esto, salieron de la selva y descubrieron cerca a las tres aldeanas. Tendió don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vio sino a las tres labradoras, turbose todo, y preguntó a Sancho si las había dejado fuera de la ciudad.
—¿Cómo fuera de la ciudad? —respondió—; ¿por ventura tiene vuesa merced los ojos en el colodrillo, que no vee que son estas las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a medio día?
—Yo no veo, Sancho —dijo don Quijote—, sino a tres labradoras sobre tres borricos.
—Agora me libre Dios del diablo —respondió Sancho—; y ¿es posible que tres hacaneas, o como se llaman, blancas como el hampo de la nieve, le parezcan a vuesa merced borricos? ¡Vive el Señor, que me pele estas barbas si tal fuese verdad!
—Pues yo te digo, Sancho amigo —dijo don Quijote—, que es tan verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a lo menos, a mí tales me parecen.
—Calle, señor —dijo Sancho—, no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos y venga a hacer reverencia a la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca».

¡Quién iba a pensar que sería Sancho el que animara en esta ocasión la fantasía caballeresca de la señora Dulcinea!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parabens.
El ingenioso hidalgo merecia um blog assim!