lunes, enero 10, 2005

Capítulo IV

Este capítulo da cuenta de la aventura de Andrés, el mozo que es apaleado por su amo hasta que lo oye don Quijote. El caballero andante cree que sus palabras convencen a quien también considera un caballero, el rico Juan Haldudo: le ordena que deje de pegarle y que pague los justos reales que debe al criado. Pero cuando don Quijote se da la vuelta y desaparece por el camino, el amo de Andrés vuelve a las andadas pegando al muchacho con más saña. Los ideales defendidos por don Quijote muestran que deseo y realidad no coinciden en el mundo que rodea al caballero.

La siguiente aventura no tarda en llegar: «Y, habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un grande tropel de gente que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia. Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie». El romántico motivo que inicia la disputa con los mercaderes queda explícito en las palabras que les lanza don Quijote: «Todo el mundo se tenga si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso».

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