«En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien -si es que ese título se puede dar al que es pobre-, pero de muy poca sal en la mollera. En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó de salir con él y servirle de escudero. Decíale entre otras cosas don Quijote, que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura que ganase en quítame allá esas pajas, alguna ínsula, y le dejase a él por gobernador de ella. Con estas promesas y otras tales, Sancho Panza -que así se llamaba el labrador- dejó su mujer e hijos, y asentó por escudero de su vecino».
Parece que don Quijote conocía bien a Sancho Panza. Despliega todo su poder de persuasión para conseguir que sea su escudero. Pero convence finalmente a su vecino con la promesa de una ínsula. Quizás el mayor anhelo de Sancho Panza: volver a donde su mujer e hijos convertido en poderoso gobernador del territorio ganado por el caballero andante al que va a servir.
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