lunes, octubre 03, 2005

Segunda parte. Capítulo XVII

En una carreta llevan dos leones para la Corte. Y don Quijote convence al leonero para que le deje enfrentarse a las bestias. Quiere poner a prueba su valentía y nadie es capaz de quitarle tal idea de la cabeza.

«Otra vez le persuadió el hidalgo que no hiciese locura semejante, que era tentar a Dios acometer tal disparate. A lo que respondió don Quijote, que él sabía lo que hacía. Respondiole el hidalgo que lo mirase bien, que él entendía que se engañaba.
—Ahora, señor —replicó don Quijote,— si vuesa merced no quiere ser oyente desta que a su parecer ha de ser tragedia, pique la tordilla y póngase en salvo.
Oído lo cual por Sancho, con lágrimas en los ojos le suplicó desistiese de tal empresa, en cuya comparación habían sido tortas y pan pintado la de los molinos de viento y la temerosa de los batanes y, finalmente, todas las hazañas que había acometido en todo el discurso de su vida.
—Mire, señor —decía Sancho—, que aquí no hay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las verjas y resquicios de la jaula una uña de león verdadero, y saco por ella que el tal león cuya debe de ser la tal uña es mayor que una montaña».

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